Por Juan Carlos Bajo Albarracín / Cuando hace diez años llegamos a San Bartolo nos quedamos enamorados del pueblo, pero sobre todo de su gente. Hemos pasado en San Bartolo de los mejores momentos de nuestra vida. Nunca olvidaré lo que me dijo una “señora” mayor del pueblo al poco de llegar, recalco lo de señora, “a mí me da igual lo que seáis, con que seáis buena gente”. Ese es el espíritu de San Bartolo y de su gente.
Está claro que dentro de ese espíritu no encaja la homofobia, el caciquismo, la agresión y el insulto, aunque algunos ahora quieran extenderlo al conjunto del pueblo para enmascarar sus actuaciones, sus lenguas viperinas de doble filo y otros aspectos económicos ocultos.
Cómo puede ser que todo esto esté pasando por pedir las cuentas al Ayuntamiento. Acaso es un delito preguntar por qué a determinados vecinos, y no hace falta que os de sus nombres ya que todos sabéis quienes son, se les paguen las cañas desde la cuenta del banco del ayuntamiento; acaso es un delito preguntar por qué pagamos el agua más cara que los vecinos de los pueblos a los que se la regalamos; acaso es un delito preguntar si desde el Ayuntamiento se contrata a familiares de la alcaldesa; acaso es un delito preguntar que se hace con el dinero de las fiestas, porque si es un delito que yo pregunte, también será un delito que lo pregunte el Defensor del Pueblo. Quien no tiene nada que ocultar, nada teme a presentar cuentas y mostrar la honradez en público. Acaso se puede culpabilizar a quien tiene unos derechos por un contrato y querer arrebatárselo por la fuerza, cuando quien se lo quiere arrebatar es quien, por ignorancia o desidia, se lo dio estampando su firma sobre el contrato. ¿Podemos confiar de alguien que no sabe ni lo que firma?
Si por todo esto, se puede insultar, difamar y amenazar a alguien, ¿no tenemos derecho a defendernos? Acaso mi madre, una mujer de 79 años, se merece que cada vez que suena la puerta de mi casa, salte sobre la silla, porque un golpe en la puerta le recuerda el miedo que paso el Viernes Santo.
Está claro que quien ha insultado, difamado y amenazado tiene el derecho a defenderse, pero la verdad es la que es y, tanto los agresores como los agredidos, sabemos cuál es la verdad, se puede mentir sobre lo que paso, pero a quien no se puede mentir es a la conciencia, cada uno sabemos lo que hemos hecho y, os aseguro que mi conciencia está tranquila.
De nada sirve ahora enarbolar una bandera gay; de nada vale agachar las orejas en público y defender que yo no hago nada a los gays, puedo quedar como sumiso ante todos, pero si en mi corazón no me lo creo, a nadie ni a mí voy a engañar. El propio hecho de decir que no tengo nada contra ellos es un propio reconocimiento de que puedo justificar tenerlo.
Queridos vecinos, que no os hagan creer que se os está tildando de homófobos, que todos sabemos que no lo sois, no dejéis otros que tapen sus miserias alegando defender al pueblo, porque no necesitáis que falsos “salva patrias” os defiendan, no tenéis que demostrar vuestra forma de ser ya que todos sabemos cuál es y es perfecta, honrada y justa como la de cualquier persona de buena fe, que es lo que sois.
Simplemente agradeceros cómo sois, lo que sois y como nos habéis tratado y nos seguís tratando desde que formamos parte de vosotros como vosotros formáis parte de nosotros.
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