¿Por qué apoyaré a Izquierda Unida?

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José Muñoz Domínguez / Con los ecos del Primero de Mayo perdiéndose entre el murmullo televisivo me dispongo a ofrecer mi reflexión acerca del programa electoral de Izquierda Unida para la próxima cita electoral del 24 de este mes. Ya imagino que a muchos lectores les traerá sin cuidado lo que yo piense o deje de pensar: con leer otra cosa tienen bastante. Tampoco sé si con mis opiniones favorezco o perjudico a esta formación, pues tengo claro que no gozo de la simpatía de muchos –muchísimos– de mis paisanos, pero como me apetece ejercer el derecho de libre expresión y soy votante en Béjar (mantengo allí mi casa, pago mis impuestos, sigo empadronado), elijo escribir.

La verdad es que me bastaría un solo motivo para apoyar a IU con mi voto: es la única formación de izquierda que se presenta a estos comicios, lo que en principio garantiza su interés por el progreso y la justicia social, la defensa de lo colectivo frente a la rapiña de las élites económicas que nos han dejado en cueros. Que me perdonen los candidatos del PSOE, incluso los de la formación escindida del opresivo oficialismo, pero hace tiempo que dejaron de ser un partido de izquierda. Para mi, al menos, traicionaron sus mejores principios la primera vez que pude ejercer el derecho al voto, allá por los ochenta, cuando el vergonzoso referéndum sobre la entrada en la OTAN. Andaba yo metido en movimientos pacifistas y afines a la No Violencia (ya saben, Gandhi, Lanza del Vasto), planteando no ya la Objeción de Conciencia, sino directamente lo que después fraguó en la Insumisión; imaginen mi decepción ante aquel cambio de chaqueta, quizás la primera de muchas traiciones en un partido que nació en la izquierda política y se ha vendido a diferentes intereses hasta convertirse en lo que hoy es. Recuerdo las palabras del gran Eduardo Haro Tecglen, que hago mías: el PP es la derecha atávica y cavernícola y el PSOE la derecha civilizada. No me interesan ni la una ni la otra.

Me he leído de cabo a rabo el programa electoral de esta única izquierda bejarana y añado nuevos motivos para mi apoyo, refuerzos puntuales. Ante todo y en conjunto, me parece coherente con la ideología de IU y, sobre todo, con línea de acción política desarrollada por sus representantes durante muchos años en la oposición. El programa toca todos los palos de la gestión local y en cada uno se aportan propuestas desde los valores de la izquierda: no importa que algunas de esas propuestas sean tal vez irrealizables a corto plazo, ya llegará el momento si el poder ciudadano consigue revertir el panorama, condenando a la derecha a la caverna infecta de la que procede. Las utopías de ahora, ya saben, son las conquistas del futuro (¿no fue utopía sufragista el voto de la mujer?, ¿no fue sueño obrero la jornada de ocho horas?). Ningún avance social ha venido de la caverna; es más, perseverar en que gobierne la derecha es la mayor pérdida de tiempo y de dinero para las conquistas –o reconquistas– sociales que están por llegar.

No puedo disimular mi acuerdo con muchas de las ideas que aparecen en el programa, pues coinciden con mi forma de pensar. Destacaré algunas no por ser quizás las más complejas o de mayor enjundia, sino porque me tocan más de cerca: cada cual valore las que le atañen. Vamos a ello.

Mis amigos me han oído decir que votaría a quien evite inaugurar obras y mamotretos (dispendios costeados, en todo caso, con fondos públicos); me alegré de escuchar a Manuela Carmena esa misma propuesta y ahora me alegro por leerlo en el programa de IU. A la política municipal le sobra ego caciquil y protagonismo, el que impúdicamente ha exhibido el alcalde actual a costa de mis impuestos (y de los suyos, lectores). Inaugurar chorradas debería penalizar en política, pero hasta ahora sucede exactamente lo contrario.

Me gusta mucho la idea de potenciar la participación ciudadana a partir de las asociaciones supervivientes de toda índole y de órganos públicos ya existentes junto a otros de nueva creación que, en todo caso, tendrían mayores competencias y capacidad de decisión, por ser vinculantes sus acuerdos. Otros partidos pondrán en sus programas ideas parecidas y hasta con letras de oro, por supuesto, pero la diferencia estriba en que en Izquierda Unida se lo creen y están dispuestos a ponerlo en práctica, mientras que los partidos que ya han gobernado en la ciudad han dejado muy claro por dónde se pasan la opinión de los ciudadanos una vez aupados al poder. También me alegro de su apuesta por la diversificación económica con la potenciación de sectores tan interesantes como maltratados: la producción eco-agroalimentaria propia, los recursos naturales y culturales, la rehabilitación del Patrimonio y del parque de viviendas, lo que sin duda evitará la actual depredación del paisaje y del Casco Histórico, también del Patrimonio Industrial y otros bienes culturales. Hace tiempo que se debió sacar del cajón aquel Plan de Intervención en la Comarca de Béjar (1996), fértil en estas y otras ideas, y ya estamos tardando en desterrar el actual Plan de (des)Ordenación Urbana para evitar el mayor desastre urbanístico sobre nuestra tierra: menos bloques monstruosos y más huertas, menos chalets ocupando el monte y mayores arboledas, menos condesas y más terreno rústico, menos pelotazos para faustinos y cejuelas y más suelo para la república.

¿Más puntos a favor?: se favorece la gestión pública frente a las privatizaciones clientelares (ya está bien de dejar que ciertas empresas parasiten sobre recursos o derechos públicos como el agua o los servicios sociales, por ejemplo); se apuesta por un modelo de ayuda a colectivos vulnerables público y justo, lejos de la caridad o la beneficencia que tanto regocija a la derecha española –heredera del franquismo–, tan feliz en sus mesas petitorias; se opta muy claramente por la desaparición de la educación concertada en favor de la pública (¡por fin alguien decide meter mano en este desconcierto al que tantos recursos se destinan!) y con el mejor enfoque sobre la educación, como en aquel sabio proverbio africano: “para educar a un niño hace falta la tribu entera”; se aporta un enfoque no depredador sobre el medio, pues lo compartimos con otros seres que merecen el respeto que exigimos para nosotros mismos, lejos también del viejo y pernicioso pensamiento judeocristiano que supuestamente “autoriza” a poner al servicio del hombre cuanto ha sido creado (menos toros y perreras, más paisajes y espacios protegidos –¡Parque Natural ya!–, menos “civilización” arrasando lo poco que resta de Naturaleza, más caminos para el viajero, menos hormigón mental). Podría seguir, pero creo que con esta muestra basta.

Hay algunas propuestas –pocas– que me resultan confusas o no veo suficientemente desarrolladas. Sobre otras, aun estando de acuerdo, mantengo serias dudas de que entren en las limitadas competencias municipales: ¿un Ayuntamiento puede establecer ecotasas o sólo le cabe incentivar las buenas prácticas ambientales?, ¿se puede incrementar el IBI a las entidades financieras o imponerlo a la Iglesia insolidaria? (¡ojalá!).

En conjunto, ya digo que el programa es coherente, completo, certero, transversal, progresista, ilusionante y, de poder ser desarrollado tan sólo parcialmente, permitiría una transformación muy notable de nuestra ciudad y su entorno, lejos de la incultura y la miseria que hemos conocido con la derecha rancia y prepotente de los últimos años: algo así como si nunca hubiera reinado el indeseable Fernando VII (¿se lo imaginan?).

Pero el ambicioso programa de IU tiene otra dificultad añadida a las propias de su cumplimiento, pues apela constantemente a la implicación política de la ciudadanía, a su participación a través de muy diversos cauces. Nos requiere como lo que nunca deberíamos haber dejado de ser, animales políticos y no meros idiotas displicentes (empleo estos términos con significado etimológico): ¿estará nuestra sociedad a la altura de este programa? Yo espero que si. Dejen sus miedos en la caverna, salgan a la calle y voten en conciencia.

José Muñoz Domínguez / DNI nº 8.104.629-G

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