Salamanca, destino al refugio del verano

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Si hay algo que caracteriza a Salamanca, más allá de la universidad, de su historia, de la belleza de su Plaza Mayor, del astronauta de su Catedral o incluso de la ruleta casino777, esa es su provincia.

Famosa por las noches frescas de verano, suele ser destino de muchos que huyen del calor de las grandes capitales y del sur y buscan, al abrigo de, por ejemplo, la Sierra de Francia, refugio y echarse una chaqueta a partir de que caiga el sol.

¿Qué pueblos son una buena idea y más en este verano?

Tomando como referencia la llamada Sierra de Francia, uno de los enclaves naturales más bellos de toda la provincia, hemos seleccionado algunos pueblos que no hay que perder de vista para disfrutar de una estancia única y fresca.

El primero de ellos es Mogarraz, un lugar mágico y que aún muestra la tradicional forma de arquitectura de la zona. Sus calles angostas, sus fachadas de piedra y madera y su iglesia renacentista hacen que sean cada año más los visitantes que pasean por su geografía. Además, al haber sido declarada conjunto histórico – artístico es un plan que no caduca en el tiempo.

La Alberca es, sin duda, imprescindible cuando se habla de la sierra de Francia. Este pueblo, con sus calles empedradas, sus casas y fachadas de madera y, sobre todo, las flores que decoran sus balcones no dejan indiferente a nadie. Además, desde ahí es fácil acceder a otros enclaves naturales como las Hurdes.

Miranda del Castañar acoge al visitante dejándole entrar a través de su muralla, desde donde se puede acceder tanto al castillo como a la Plaza fortificada para descubrir la historia de uno de los pueblos considerados más bellos de España. Si además se viaja en verano, es fácil dejarse arrastrar por las fiestas tradicionales, donde la tauromaquia es uno de sus fuertes al contar con la segunda plaza (la propia de la villa), más antigua de España.

Las Casas del Conde es la típica localidad que, una vez se conoce, acaba sabiendo a poco la estancia en ella. Pasear por sus calles es poder imaginarse en otra época donde todo era distinto, donde en cada rincón había un artesano que, como en la casa que muestra tallas en madera, conocía su oficio hasta hacerlo grande.

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