Una opinión de Miguel Rodero
No es objeto de este medio entrar a valorar la infrapolítica de los partidos, esa que se realiza de puertas para adentro y donde cada sigla establece sus estrategias. Pero cuando estos aspectos saltan a la gestión pública sin duda se convierte en objeto de debate, análisis y crítica.
Era el último pleno del año 2021 cuando la ex alcaldesa de Béjar y el ex concejal de deportes no acudían a pesar de que se hacían efectivas sus renuncias, y aunque no es un imprescindible legal, al menos sí debería ser una carga moral para alguien como Elena Martín Vázquez quien ha ejercido su cargo bajo un salario público muy por encima de la media salarial de la propia ciudad que gobernaba, aunque según parece no lo suficientemente elevado como para acudir a su pleno de destitución, el cual, dicho sea de paso, es consecuencia de una decisión de su propio partido como respuesta a las presuntas presiones ejercidas por la regidora en el desempeño de las funciones de la Policía Local.
Pero si esta es la parte reprochable como alcaldesa aún es más criticable su actitud como compañera, ya que no olvidemos que en ese pleno se aprobaba el sueldo del nuevo alcalde, pero Elena quiso no acudir dejando en evidencia la estrategia de su propio partido y facilitando que la oposición abofeteara públicamente a su compañero y ahora alcalde, Antonio Cámara, quien se encontró por primera vez en minoría plenaria “gracias” a la ausencia de sus compañeros destituidos.
Impropio que una persona que ha contado con el apoyo de sus compañeros en cada charco de los que no solo pisaba sino que saltaba encima de ellos, no sea capaz de marcharse con un mínimo de dignidad, demostrando muy poco respeto a la ciudad de Béjar, a sus siglas y a sus propios compañeros, los cuales ahora tienen una tarea titánica para levantar la percepción de inestabilidad política en Béjar, la cual ha sido agudizada por su persona en cada ocasión que ha tenido durante dos años, despreciando a sus aliados naturales de forma pública y privada hasta tensionar la política bejarana como nunca antes había sucedido.
Un último coletazo de una alcaldesa que no tenía capacidades para ejercer un cargo que requería mano izquierda y templanza, pero que ella quiso convertir en una cruzada personal contra todo el que no gozaba de su beneplácito, arrastrando a sus compañeros en aventuras para las cuales no habían firmado, pero que en una infinidad de gestos de lealtad asumían como adecuados, al menos públicamente (ya que como decía al principio de la columna, este medio no gestiona la infrapolítica de cada partido y las informaciones internas que manejamos).
Desde este medio le deseamos al nuevo alcalde sabiduría en sus decisiones, esperando lo mejor en lo que resta de legislatura, ya que sus acciones estarán ligadas al futuro de la ciudad y la comarca.
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