Nuevos aires en La Covatilla

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Una opinión de Miguel Rodero

Estamos viviendo una temporada, tal vez ya una tendencia, de escasez de nieve, ligada a una incipiente crisis económica con la inflación como bandera, sin embargo la estación de esquí La Covatilla comienza a dar signos de vitalidad.

Puede ser que la poca nieve acumulada haya servido de balón de oxígeno con los bautismos blancos; tal vez el resurgir del turismo rural y los tan codiciados en pandemia espacios al aire libre, estén alentando la asistencia a pesar de la escasez de nieve; podríamos señalar el cambio de rumbo asimilando que La Covatilla mantiene el tipo dignamente orientando las instalaciones al turismo familiar y de proximidad, pero que no tenemos el Pirineo aragonés o Sierra Nevada, y por tanto no tenemos que vendernos como tal; es posible que algo de “culpa” también recaiga en la profesionalización que se percibe desde la gestión de la estación, con conocimiento de que es pública pero desde el convencimiento que representa un microclima dentro del propio consistorio; o simplemente puede ser que decir las palabras justas en los momentos adecuados hace que las cosas caminen en la buena dirección. Pero la realidad es que la sensación de pesimismo que se vivía con La Covatilla se ha revertido, y un buen ejemplo de ello es la ausencia de críticas solventes en redes sociales y foros especializados.

Que las cosas se pueden hacer mejor, que los tiempos han atropellado la realidad, que se han cambiado la cabezas gestoras en mitad de la temporada y que quienes asumen un cargo necesitan tiempo para asentar su proyecto, son cosas en las que no voy a incidir ya que todos las sabemos, y quien no quiera reconocerlas es por elementos que nada tienen que ver con la objetividad.

Subo asiduamente a la estación, observo y evalúo –desde mi escasez de conocimientos técnicos, simplemente como mero espectador-, la estación ha cambiado, para muchos no lo suficiente, para otros demasiado rápido, pero para la mayoría la realidad actual dista mucho de la desazón que se vivía hace apenas un mes, y esto nos da motivos para pensar que, a pesar de la falta de nieve y de los problemas añadidos, la profesionalización en la gestión comienza a dar sus frutos.

No teníamos los mejores mimbres para el cesto que necesitábamos, pero ahora al menos se suple con artesanos capaces para cubrir esas carencias.

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